Últimamente suelo comentar que los paisajistas estamos un poco obsesionados por conseguir una foto técnicamente perfecta (histograma expandido pero sin cortes, detalle en todas las zonas, gran profundidad de campo, perfecta nitidez...) pero esto nos está llevando a una clara limitación artística.

Basta con ver imágenes de grandes fotógrafos internacionales para darse cuenta de que tienen zonas con gran subexposición, poca profundidad de campo y rompen las reglas básicas de composición, al contrario de la tendencia tan técnica actual.

A pesar de que los extremos son malos, siempre he dicho que en fotografía hay que conocer la técnica para saber cuándo romperla.

Hace casi año y medio, me encontraba en mi terraza probando el Tamron 200-500 que había adquirido hacía poco. Puse alguna miga de pan para que entrara algún gorrión y estuve un rato entretenido probando la focal.
Una de las veces debido al retardo de la cámara y a la rapidez del gorrión, le capté en movimiento en una postura nada convencional y con un una falta de definición importante.

Lo normal para un fotógrafo hubiera sido desechar la toma y durante más de un año no me he atrevido a procesarla, a pesar de tener la imagen resultante en la cabeza.

Tal vez sea la influencia de fotógrafos como Mertxe Alarcón que me han ayudado a cambiar la mentalidad fotográfica y a dar más importancia a aquello que no se ve pero se intuye.



Canon 30d, Tamron 200-500 (a 427mm, f/6.3, 1/250 segundos, ISO 400) y flash 580 EX.





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